En mayo de 2018, Jorge y yo llegamos a Panamá. Hicimos un viaje directo desde Quito, y en menos de 4 horas arribamos a ese país desde el cual iniciamos nuestra travesía por Centroamérica. Nos decidimos a recorrerla porque yo lo había querido desde hace algún tiempo atrás y, por fortuna, Jorge se unió a mi deseo.
Quería hacer este viaje mientras era joven y también quería hacerlo acompañada. Había escuchado que era un tanto peligroso lanzarse a recorrer sola la región centroamericana, presunciones injustamente basadas en los prejuicios y el desconocimiento, por ende, premisa no del todo cierta pues en la mayor parte de sitios visitados no tuve sensación de inseguridad. Sin embargo, hubo poquísimos lugares en los que sí, aunque eso puede suceder en cualquier sitio.
Tristemente, en mi país, Centroamérica aún no figura como un destino de preferencia en cuanto al turismo. La gente, que puede viajar, suele privilegiar otros lugares. Hay mucha reticencia a explorar esta parte del continente americano, pero puedo decir con seguridad que fue una de las mejores elecciones de ruta que he hecho en los últimos años.
Durante un mes, Jorge y yo recorrimos: Panamá, Costa Rica, Guatemala, Honduras y El Salvador. A todas luces, el tiempo fue insuficiente para conocer y permearse de las maravillosas riquezas de estos países que tienen miles de cosas fantásticas que ofrecer a propios y extraños.
Panamá es un país muy bonito. Su capital, Ciudad de Panamá, es una urbe moderna, repleta de edificios y de rutilante vida nocturna. También es una ciudad de miles de contrastes, en donde es muy fácil percibir los altos niveles de desigualdad económica. Su obra insigne, el famoso canal de Panamá. Una maravilla de la ingeniería, por ende, una visita que debe formar parte de la agenda.
Al interior del canal, hay un museo en el que se logra comprender más sobre esta titánica construcción. Allí, en las fotos, se puede ver a los trabajadores de la obra, mismos que vestían los famosos sombreros de paja toquilla, originarios del Ecuador, pero que se han popularizado en el mundo como panama hats.

Foto por: hbieser
Asimismo, en la Ciudad de Panamá, visitamos el famoso mercado de mariscos, localizado al final del paseo marítimo. Una vez allí, todo el mundo suele ofrecer promociones y combos. Nosotros probamos un pescado frito que si bien no nos encantó, estuvo muy bien acompañado por una cerveza local que nos sentó de maravilla.

Acto seguido, recorrimos el bellísimo centro histórico, o mejor conocido como casco viejo de la Ciudad de Panamá, al que vale la pena adentrarse y en donde recomiendo hospedarse. Una noche, mientras caminábamos por él, vimos muchos carteles pegados en las paredes y sostenidos sobre la tierra con estacas, en donde relucían las demandas ciudadanas por la cruel gentrificación de la que son víctimas. No sabemos exactamente cómo deben sentirse estas personas, pero imaginamos cuan terriblemente doloroso debe ser abandonar su hogar por el afán modernizador de la industria hotelera e inmobiliaria.

Jorge y yo ya estamos un tanto mayores para salir de juerga toda la noche, así que no correspondimos a esa invitación de saborear la vida nocturna de la fulgurante Ciudad de Panamá. Sin embargo, por lo que vimos y debido a la gente que conocimos, sabemos que este es un destino que ofrece mucha rumba. Hay miles de bares, discotecas y casinos por doquier.
Otro destino que visitamos durante nuestra estancia en este país fueron las inigualables islas de San Blas. Hay más de 360 islas en esta archipiélago, hogar de las comunidades indígenas Guna Yala (Kuna Yala). Nosotros hicimos un tour de un día, así que solo conocimos una isla, sin embargo, fue un paseo sencillamente maravilloso. Durante este paseo también visitamos las hermosas piscinas naturales en donde tienes la sensación plena de encontrarte en el paraíso.

Nuestro destino final en Panamá fue la provincia de Bocas del Toro. Allí pernoctamos en la Isla Colón, y conocimos algunas islas de los alrededores que son muy bonitas (Isla Zapatilla). Hay una en la cual puedes ver montones de estrellas de mar sobre el arena blanca.
Recuerdo la travesía de trasladarnos desde la Ciudad de Panamá hasta la provincia de Bocas del Toro, misma que realizamos durante toda una noche en un gélido bus, y durante la cual Jorge sintió más frió que en la cima del mismísimo Chimborazo. Fue muy curioso ver a los viajeros usar gorros, guantes y gruesas frazadas, en medio del Caribe, para dormir rodeados del inmisericorde aire acondicionado que casi dejó en estado de hipotermia a Jorge.

Panamá no fue un destino caro, con excepción de ese pequeño lujo que nos dimos al conocer San Blas. Fuera de ello, encontramos cómodos y baratos Airbnb, así como pequeñas fondas en donde comer.
Creo que Panamá es un buen primer bocado de lo que es Centroamérica. Después de conocerlo te apetece seguir recorriendo el resto de países en la lista. Si bien no es un destino que repetiría, es uno que me gustó mucho, especialmente, por la belleza natural de las islas de San Blas y el esplendoroso Bocas del Toro.

Si quieres conocer más sobre la siguiente parada de nuestro viaje, te invito a leer mi artículo Costa Rica, país con sabor a miel.