Lajos Von Kekesfalva, un acaudalado húngaro, es padre de Edith, una joven que sufre de una parálisis que le ha llevado a transformar su vida por completo. Anton Hofmiller, un oficial de caballería y teniente austríaco, entabla amistad con la desafortunada enferma, y nos transporta a través de su relato a conocer los comportamientos humanos en torno a la enfermedad, las esperanzas que se siembran sobre la cura, y la naturaleza de los seres humanos cuando estamos atrapados por los delirios febriles, la desmedida compasión, y la fatal cobardía.
«La impaciencia del corazón» (1939) es la segunda novela de Zweig que he leído, y debo decir que me ha encantado. Una obra profunda, atrapante, que te mantiene en vilo desde sus primeras páginas. Zweig tenía una capacidad impresionante para escribir, y para convertir a sus páginas en un relato del que no puedes desprenderte. De ahí que recomiendo esta obra a quienes les gusten las novelas apasionantes, sencillas de leer y, por eso, no menos profundas.
Esta novela me recordó la vital importancia que tiene la mente sobre cualquier enfermedad que se padezca, todo el valor de nuestra palabra, y la influencia que podemos tener, sin siquiera buscarlo, en el destino de quienes nos rodean.
«Solo cuando uno sabe que es algo también para otros, descubre el sentido y la misión de su propia existencia».
«La desgracia hace a la gente vulnerable y el sufrimiento continuo la vuelve injusta».
«El grito de pánico del ansia de vivir resuena con más rabia precisamente en el abismo más profundo de la desesperación».
«Aquel a quien el destino golpea una vez con dureza queda para siempre vulnerable».