Cuando leo a Vargas Llosa nunca dejo de preguntarme, ¿cómo hace este autor para conseguir que todos sus libros sean tan excelentes? Él, quien tiene el don de utilizar las comas como ningún otro, es definitivamente un genio de la literatura.
En esta ocasión, leí La ciudad y los perros (1962). Un libro que trata sobre las vidas de un grupo de estudiantes internos en el Colegio Militar Leoncio Prado, ubicado en Lima. Una historia en la cual apreciamos la furibunda y constante lucha por la demostración de la virilidad; un relato en donde asistimos al descubrimiento de una sexualidad muchas veces brutalizada y en el cual las demostraciones de afecto no son permitidas; un libro en el cual, pese al espíritu de cuerpo reinante que supone la vida castrense, somos testigos de la soledad a la que se enfrentan los hombres.
Debo decir que la novela no solo se centra en lo que pasa al interior de este colegio de varones, pues también llegamos a conocer la vida de estos jóvenes fuera de él: sus problemas familiares, su pasado, sus ensoñaciones románticas, sus dudas y añoranzas. La historia cuenta con unos personajes sumamente orgánicos, muy bien construidos y, por supuesto, inolvidables. Al descubrirlos es inevitable pensar que cualquiera de ellos podrías ser tú, que su historia podría ser la tuya.
El libro, en más de una ocasión, me transportó a mi propia adolescencia. Recordé esa etapa de la imposición de las decisiones de los progenitores, la alegría de las pequeñas salidas a sitios de entretenimiento, la falta de dinero para hacer lo que se desea, la emoción de las primeras citas.
La ciudad y los perros es, sobretodo, un libro en el cual se deconstruyen las masculinidades y una crítica fabulosa a las instituciones de formación militar, a las jerarquías estrictas de su mundo y al insensible ejercicio del poder. Un libro que, en un principio, me costó leer debido a las expresiones idiomáticas y jergas de los chicos, aunque poco a poco me fui habituando a esta particularidad. Un libro que me dejó, una vez más, con ganas de nunca abandonar la impresionante obra de Vargas Llosa.