Las más difíciles circunstancias, aquellas que nos ponen a prueba y sobre el límite, son las que nos obligan a revaluar el valor y el significado de nuestra existencia. De ahí que Camus coloca al protagonista de su obra, Meursault, un hombre argelino, ante las más extremas situaciones vivenciales, mismas que develan problemas sociales, como: el desasosiego por la vida, el desapego afectivo sobre los otros, la ruptura simbólica del ser.
Meursault es el producto resultante de la sociedad en la que vive y, es justamente, aquella sociedad la que no le perdona en lo que se ha convertido. No perdona su indiferencia, no disculpa su inexistente afectación por la muerte de su madre, y lo castiga ya que no se ha ajustado al cumplimiento de las normas y leyes sociales.
Él es el chivo expiatorio de la sociedad. Un hombre que durante el proceso penal que afronta, demuestra lo vaciados de contenido que se encuentran algunos preceptos, como: la justicia, en donde el más débil, loco o disidente es quien debe ser castigado al no haberse sabido ajustar a los mandatos sociales.
Además, me pareció fascinante el modo en que se aborda la dificultad de Meursault para diferenciar entre el bien y el mal, su falta de empatía y sensibilidad, su indiferencia y apatía. Para mi, él es la muestra fehaciente de la anomia de la sociedad.
Abruma la claridad con la que Meursault expresa el verdadero significado de su vida, en medio de la conversación que mantiene con el capellán. Fue inevitable preguntarme si en algún momento (sin experimentar lo que vivió Meursault aunque deseando tener un poco de su lucidez), llegaré a conocer cuál es el significado de la vida. ¿Les pasó lo mismo?
«El extranjero» (1942) es una lectura corta que me exigió mucha concentración y a la que probablemente deberé volver en el futuro. Si aún no lo han hecho, les recomiendo leer este libro acerca de un sujeto que atenta contra la lógica del sistema en el cual vive, uno que al demostrar a todas luces su naturaleza, revela su peligrosidad tanto física como simbólica.
«Todos los seres normales habían deseado más o menos la muerte de aquellos a quienes amaban».