La forma sobre el contenido

Hoy conversaba con mi amiga Dani acerca de las lógicas estéticas, el uso y proyección de la imagen que los adolescentes hacen en las redes sociales. Los guaguas actuales, ese grupo etario al que dejé de pertenecer hace ya bastante tiempo atrás, siempre terminan por intrigarme.

El tema de conversación surgió ya que hace poco tiempo atrás, mi sobrina Eduarda, de menos de doce años, me dijo que mi Instagram era un poco “rarillo”. Cuándo le pregunté a qué se refería, me dijo que ahora las cuentas de Instagram muestran cosas distintas. Y, claro, luego de re-confirmar a todas luces nuestras diferencias generacionales, me enseñó desde su cuenta de Instagram, los perfiles de quienes son, hoy por hoy, los ídolos juveniles de mi ciudad natal.

Si bien Hollywood, produjo cientos de veces películas en las que las porristas y los jugadores de fútbol americano, eran los populares, codiciados y modelos a seguir, la actualidad ya no lo confirma. Los patrones estéticos y comportamentales de estos jóvenes en boga son sumamente distintos. El discurso ya no se aúna a la muchacha físicamente espléndida, o al muchacho igual de espléndido, ambos generalmente caucásicos. Los jóvenes le apuestan, al menos en las cuentas que pude ver, a lo diferente.

Lo bizarro, sencillo, cotidiano, sin mayor o ningún contenido, la diversidad de género y la alabanza a los patrones estéticos no necesariamente occidentales, parece ser lo que gusta. Eso sí, la imagen que se utiliza es perfecta, es decir, aunque en estas cuentas los jóvenes no hacían viajes suntuosos o exóticos, o no parecían o pretendían ser modelos de televisión, sus fotos eran de altísima calidad. Las fotos tomada con un celular promedio no tenían mayor relevancia, todo lo contrario, las más aclamadas eran aquellas realizadas por verdaderos profesionales o, al menos, grandes aficionados a la fotografía.

La imagen, en gran medida, ha adquirido tal importancia, que una fotografía y lo que proyecta, por más vacuo que esto sea, puede convertirse en algo sumamente afamado. Una foto de un simple café, un calcetín, una sonrisa, lo que fuere, si tiene una calidad suprema y aparece en ella, alguien que ha adquirido presencia mediática en las redes sociales, es altamente valorada. Una vez más entendí a los posmodernos y confirmé cómo se privilegian las formas sobre el contenido.

Está claro que llenar de fotos “fantásticas” las cuentas de Instagram y otras redes sociales semejantes, no es una acción atribuible únicamente a los más jóvenes, sin embargo, creo que el hecho de que ellos lo hagan tiene motivaciones absolutamente distintas que para cualquier otro grupo etario.

Bajo ningún concepto pretendo criticar aquí a la juventud, que es víctima de este sistema que les ofrece muy poco y les termina por decepcionar. Creo que el hecho de que respondan más al uso de la tecnología y al placer exacerbado sobre la imagen, tiene explicaciones lógicas provenientes de la crisis civilizatoria actual.

Comprendo los hechos que han generado esta nueva forma de entendimiento del mundo por parte de los jóvenes. Lamento también que todo se encuentre tan vaciado de contenido. Sin embargo, también creo que no todos ellos son un conglomerado homogéneo sobre el cual se puede extrapolar esta situación, pero como soy socióloga, tengo el defecto de generalizar.

Solo espero, en caso de ser madre algún día, poder llegar a sembrar, aunque sea mínimamente, un poco de conciencia crítica en quien fuere mi procedencia. Y, para este efecto, espero que los libros no caigan aún más en el olvido como artilugios decrépitos del pasado.

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