Hace poco vi un documental en Netflix que se denomina “Minimalistas”, en el cual se hace una crítica a la sociedad del consumo y se propone experimentar una nueva forma de vida  “minimalista”, es decir, sin demasiadas posesiones materiales.

Recuerdo que después de terminar de verlo, salí a revisar cajones y armarios de casa en búsqueda de cosas que ya no utilizaba. Nunca he tenido muchos objetos ni pertenencias, sin embargo, sí tenía algunas que realmente no necesitaba.

Cuando lo hice, sentía que me envolvía en un efecto purificador, como cuando Ítalo Calvino hablaba de lo que significaba para las personas el sacar la basura fuera de las viviendas, allá en su Italia, ya hace algún tiempo atrás. Aunque claro, sabemos que la respuesta no está en deshacerse de las mercancías que ya no tienen valor de uso, sino en cambiar la lógica del consumo, profundamente exacerbado hoy por hoy.

En la misma línea, me puse a pensar en las personas que, por elección, viven en espacios pequeños, y en cómo le hacen un jaque al sistema y le dicen que solo vivirán con lo estrictamente necesario. Mucha gente criticará este estilo de vida y hasta lo llamarán neo-hippie. De todos modos, lo que si está claro, es que a la final no se necesita mucho para vivir.

Sin embargo, también pensaba en la gente que no elige vivir en espacios reducidos, aquellos que no están motivados por conciencia política, social o ambiental, sino porque no tienen otra opción. El hacinamiento es una condición naturalizada de vida de millones de personas y un indicador de su situación de pobreza.

Pienso en los cientos de recicladores de esta ciudad, que en este momento, y bajo la lluvia, deben encontrarse escarbando entre los residuos que encuentran en búsqueda de algún material aprovechable y susceptible a ser comercializado. Nada más duro que vivir de los intersticios de la sociedad. Lo sé porque trabajé con recicladores durante cinco años de mi vida, tiempo en el cual aprendí que existen titanes disfrazados de hombres y mujeres en el mundo. Aunque lamentablemente son victimas de la más cruda marginalidad y exclusión social.

El consumo, y con razón, es siempre el proceso de la cadena productiva que mayormente se analiza, mientras que el tema de la excreción social, es apenas un punto de análisis menor. Y es justamente, este proceso el que mayor dependencia tiene de los otros.

En definitiva, siempre me encuentro con informaciones riquísimas y críticas sobre el consumo y nuevos estilos de vida. Lo cual es admirable y esperanzador. Sin embargo, es poco lo que se divulga sobre la generación masiva de la basura, problema que si bien es todos, nadie quiere ver. Y sumado a esto, la inexistencia de políticas públicas en favor de un conglomerado tan grande como el de los recicladores.

El tema es muy extenso para que pueda ser tratado tan ligeramente en un blog. En términos generales, aplaudo las pequeñas y grandes iniciativas en torno a este tema. Lo que temo, es que muchas de ellas son insuficientes. Ojalá muchos más pudiéramos vernos alentados a vivir como aquellos minimalistas, con lo mínimo necesario y con el objetivo de vivir equilibradamente.

Y claro, ese equilibrio no se consigue de la noche a la mañana, aunque es perfectamente realizable.

Foto de portada por: Hans Braxmeier en Pixabay

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