El 2 de enero de 2019, al empezar el Año Nuevo, mi novio, con quien llevo once meses de relación, me pidió que me case con él. No fue una petición hollywoodense sino más bien sencilla y llena de ansias porque el tan anhelado anillo había llegado del país Celta en el cual fue forjado.

Muchas veces, realmente, muchas veces vi Leap Year, una película americana que trata sobre una mujer que va a Irlanda en búsqueda de su novio con el afán de proponerle matrimonio. Ella toma esta decisión con base en una vieja tradición de año bisiesto en que la mujer es quien propone matrimonio al ser amado.

Allí vi por primera vez el anillo del que me enamoré: un Claddagh. Este es un anillo que tiene dos manos que rodean un corazón con una corona. Tiene una tradición de varios siglos, y representa el amor, la lealtad y la amistad. Eso es lo que he querido en un compañero desde hace mucho tiempo atrás y, afortunadamente, él siente lo mismo.

Cuando le conté a mi madre que me voy a casar, le dije: “Nunca me he visto a mi misma cómo una mujer casada”, ella me respondió: “Yo tampoco”. Aún me cuesta creer que me he embarcado en esta empresa. Después de varias relaciones fallidas y una muy dolorosa, he comenzado nuevamente a confiar en que el amor no es doloroso. El amor es bienestar y alegría y, él y yo, confiamos en esa premisa.

Tenemos temor en ocasiones ya que ambos estamos muy acostumbrados a vivir bajo nuestras reglas y de forma muy independiente, desde hace muchos años atrás. Decir que sí ha implicado para mi mucho trabajo, pero también ha traído consigo mucha felicidad. He dicho que sí a una nueva etapa en la que quiero que mis fantasmas se queden atrás. Confiar, es ahora, mi nueva enmienda de vida. Él y yo vamos cediendo y entregando espacios y tiempos. Nuestra premisa es: un día a la vez. No seremos uno, siempre seremos dos, pero dos muy divertidos que lucharemos por objetivos comunes.

Esta historia no acaba aquí, se irá alimentando y creciendo poco a poco. Mi abuelita me dijo: “No se desesperen”, asumo que debe ser así. Este no pretende ser un cuento de hadas ni la historia de la princesa rescatada. Yo me voy rescatando sola, y él también, y con fortuna, seremos felices todo lo que se pueda, durante todo el tiempo que dure, que confío sea mucho.

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