Mis dos últimos viajes, que duraron un mes cada uno, los hice llevando tan solo una mochila por equipaje. Es tan pequeña que apenas caben pocas cosas, artículos de aseo y unas limitadas ropas.
Creo que esta es una alegoría a una nueva promesa de vida que me he hecho, viajar por la vida más ligera.
Siempre he llevado mucho equipaje a cuestas: formas de mirar las cosas, prejuicios y ensoñaciones que siempre respondieron a modelos prestados o heredados. Además, parte de mi equipaje, siempre han sido mis dolores, a los que me he aferrado y nunca he podido sobrepasar.
Hace unos años atrás, mi modelo de vida encajaba perfectamente con ese que me habían enseñado a respetar. Tenía un norte clarísimo: casa, auto, trabajo, pareja, un perro y, era tanta mi esperanza, que vislumbraba hasta un loro. Luego de ir perdiendo estas cosas, y algunas de las ensoñaciones que mantenía, no supe cómo reconstruir las piezas de aquel desbarajuste.
Así que he debido ir, un día a la vez, tratando de seguir con la vida, sin aferrarme a modelos prestados y creando el mío propio.

Viajar con menos equipaje, más ligera y con cero líos al emprender el vuelo es algo que intento seguir como premisa de vida. Ahora paso por los controles de seguridad de los aeropuertos con más facilidad, subo y bajo de los autobuses sin problema y hasta he aprendido a “jalar dedo” (entiéndase como hacer auto-stop).
He comenzado a entender cómo aligerar los pesos innecesarios. Voy un día a la vez. Para mi las cosas ahora funcionan así.
Mi blog es mi diario personal, mi terapia y mi espacio para contar acerca de mis viajes, mis experiencias cotidianas y las sensaciones que me producen los libros. Escribir, el nuevo reto que se me presenta en este viaje. La mochila, el sencillo bártulo que nunca deja de acompañarme.